viernes, 22 de febrero de 2013

Respuesta al artículo de Alberto Garzón: "Twitter, o el infierno de la posmodernidad"



Gracias a mi buen amigo Pablo Moreno Aragón, he descubierto un artículo de Alberto Garzón escrito en 2011: “Twitter, o elinfierno de la posmodernidad”. Voy a intentar organizar esta crítica en cuatro apartados: qué es la posmodernidad, invirtiendo a Marx, crítica comunitarista y regreso al pasado, y conclusión.

Qué es la posmodernidad

Podría decirse que el bueno de Alberto no reconocería la posmodernidad aunque se le acercase de frente y ésta le pegase en la cabeza con La Sociedad Sitiada de Zygmunt Bauman. La mejor prueba de ello es que no alcanza a entender la diferencia entre “posmodernidad” y “posmodernismo”: la primera se refiere a un determinado estadio sociopolítico y cultural; el segundo, a una apología del mismo. Para que os hagáis una idea la diferencia entre lo posmoderno y lo posmodernista es análoga a la existente entre lo catalán y lo catalanista.
 
Dejando de lado estas sutiles –pero fundamentales– precisiones etimológicas, vamos de lleno al asunto que nos ocupa. Alberto no para de manosear la posmodernidad y de darle vueltas al término  , pero se lía y acaba mezclándolo y confundiéndolo con capitalismo de consumo, neoliberalismo, cientificismo y qué sé yo cuántas cosas más, pero… ¿qué es eso de la posmodernidad?

Dicho de una forma MUY resumida, se podría decir que la posmodernidad es la hija del nihilismo. Para entender esto hay que remontarse a Kant y a su obra, y más concretamente, la Crítica de la Razón Pura y la Crítica de la Razón Práctica. En la primera de sus críticas, Kant habla de las categorías de pensamiento (“los objetos se corresponden con conceptos y no los conceptos con los objetos”, no hace falta ser un lince de que es el paso previo a la afirmación platónico-estalinista de “si la teoría y la praxis no coinciden, mucho peor para la praxis), y propone someter al escrutinio de la razón todo nuestro conocimiento y toda nuestra experiencia…lo que inevitablemente al autocuestionamiento de la razón misma, como bien apuntó Hamann en su día. Cuando se combina esto con la Crítica de la Razón Práctica –en la que trata de llevar su racionalismo al plano de la ética, formulando su infame imperativo categórico–, quedan bastante claras las consecuencias últimas de la filosofía kantiana: nuestra capacidad para entender el mundo es cuestionable, como también lo son nuestras prácticas sociales, nuestras inclinaciones políticas, y, sobre todo, nuestros valores.
 
Desde el idealismo alemán hubo varios intentos de reconciliación (e. g. la también infame dialéctica hegeliana). Pero el proceso ya estaba en marcha, y era mera cuestión de tiempo que calase el mensaje. Los maestros de la sospecha (Marx, Nietzsche y Freud) sentaron las bases para este cuestionamiento de los mismos cimientos de la civilización occidental, y los pensadores posestructuralistas y posmodernos de la segunda mitad del siglo XX le dieron el toque de gracia a nivel intelectual. La filosofía continental es un permanente auto-cuestionamiento.

La gran pregunta es cómo encaja todo esto con la sociedad actual en términos materiales. Una de las claves fueron la Primera y Segunda Guerra Mundial,  que fueron la consecuencia material directa de (1) tratar de someter la realidad a categorías de pensamiento y (2) de algo sobre lo que Alberto se muestra extraordinariamente nostálgico: los procesos de “identificación” y sumisión del individuo a una comunidad o a una idea. La segunda clave es –irónicamente– el desarrollo del Estado de Bienestar: el crecimiento del Estado y su intrusión en todos los ámbitos de la vida del ciudadano tuvo como consecuencia directa la pérdida de importancia de vínculos previamente existente (e. g. vecinales, familiares y parroquiales), iniciándose así el primer proceso de atomización de la ciudadanía. Este proceso vendría a ser completado por los mismos estudiantes de Mayo del 68, a los que Garzón parece admirar, en connivencia con Reagan y Thatcher.

Siguiendo lo expuesto por Benedict Anderson en Imagined Communities sobre el desarrollo paralelo de la imprenta y las lenguas vernáculas por la necesidad de crear nuevos mercados una vez impresos los libros en latín, el último tercio del siglo XX vio como una vez cubiertas todas las necesidades básicas por el Estado de Bienestar, era necesario crear nuevos deseos para mantener niveles de consumos deseables tanto para las empresas, como para los estados (a mayor consumo, mayores ingresos por impuestos y mayores posibilidades de mantener el Estado de Bienestar, que a su vez garantiza un nivel de vida mínimo para reproducir el ciclo de consumo). Fueron los estudiantes de Mayo del 68 los que expresaron por primera vez que estaban cansados del proyecto moderno y de la estandarización: “Pensar juntos, no. Empujar juntos, sí”. Reagan y Thatcher se limitaron únicamente a proporcionarles los medios para que todos fuesen “únicos” a un módico precio: cursos de autorrealización, saca tu verdadero yo, y demás perversiones capitalistas de la obra del pobre Wilhelm Reich.
 
El desarrollo tecnológico permitió que los mecanismos de producción se adaptasen a esa nueva demanda, y cada día va a más. En eso sí tiene razón Alberto. Aquí es donde las prácticas sociales confluyen con la teoría en un proceso que inevitablemente lleva al abandono del proyecto moderno. Sin embargo, Alberto no termina de ver la diferencia entre la posmodernidad y la sociedad de consumo, que es una de sus causas, y no de sus consecuencias.

La posmodernidad es hija de un nihilismo y la superación de las metanarrativas. En la sociedad capitalista actual se trata de superar el vacío existencial y la angustia que genera –o más bien de huir de ellos–  mediante un consumo desenfrenado. Sin embargo, esto no es más que el síntoma de una patología, y no una patología en sí misma como parece pensar Garzón.  Y Twitter y Facebook son sólo su equivalente a nivel comunicativo: reflejan la necesidad de ser escuchados y ser comprendidos como sujeto de carne y hueso, y no como miembro de éste o aquél grupo. Son satisfacciones sustitutivas y mermadas de un deseo de comunión subjetiva. La comunicación en las redes sociales  tiene mucho de comportamiento compulsivo: se hace de una forma ritual, no porque se tenga nada que decir, sino porque dan sensación de seguridad. Te hacen sentir acompañado. Esquivas la soledad aunque sea sólo a medias. Reduces esa angustia vital…y por eso hablas, no porque tengas algo que decir, sino porque tienes que decir algo.

(Quién esté interesado en este tema en concreto puede consultar la obre de Michael Hardt y Antonio Negri, está bastante bien).

Crítica marxista

En otra línea, Sé que Alberto se considera de izquierdas,  pero me llama la atención que tenga una visión tan sumamente ingenua –o negacionista–de la conexión existente entre fuerza de trabajo, relaciones de trabajo y tecnología. En su artículo, Garzón llega a afirmar: En efecto, los trabajos estables dan paso a los trabajados flexibles, temporales y precarios. El trabajador moderno era un aburrido con un trabajo para toda la vida, con una actividad rutinaria (normalmente asociada a las cadenas de montaje de algún tipo). El trabajador posmoderno es un sujeto ágil, flexible, adaptativo, capaz de enfrentar cualquier problema y sujeto a los designios del mercado.  Marx, efectivamente pensaba que la evolución de las fuerzas de trabajo determinaba la naturaleza de las relaciones,  pero me parece que no hace falta ser ningún genio para darse cuenta de que es exactamente al revés, y que los trabajadores no eligen ser “guays”: les obligan. O se vuelven “guays” o se vuelven parados de larga duración. Si queréis un ejemplo histórico, podríamos remontarnos a Caracalla para ver cómo la decadencia de la esclavismo a raíz de la Tercera Guerra Servil (aka. Espartaco) y el otorgamiento de la ciudadanía a todos los habitantes del imperio llevo, inexorablemente, al desarrollo del modo de producción feudal.

Crítica comunitarista

Que nadie se engañe, lo que hace Alberto en su artículo no es ninguna crítica a la posmodernidad desde la izquierda: es una crítica desde el pasado, que bien podría haber sido hecha por Rouco Varela en una de sus arengas sobre los valores familiares y la decadencia de occidente.

“Porque ahora ser normal es una estupidez; ahora hay que ser guay. Por eso rechazamos lo normal, lo moderno. No podemos consentir la estandarización”. Lo que Garzón llama alegremente “lo normal” no es otra cosa que la “alienación” de la persona: desproveer al sujeto de su propia subjetividad al someterlo a los patrones dados por una metanarración, por un plan de vida dado. ¿Por quién? Esa es la pregunta que Garzón evita, y que traté al hablar en el primer apartado sobre como esas narrativas monistas del mundo se fueron a freír espárragos hace muchos años, por suerte.

Se queja de que el amor ya no es igual que antes, que el compromiso no es lo que era y qué sé yo que otras cosas más… ¡Pues claro que no lo son! ¿Es que no está lo suficientemente claro que todo eso no son más que constructos sociales y que como tal pueden –y deben– evolucionar a la par que la sociedad? Que nadie se engañe, aquí Garzón lo que está haciendo no es más que una crítica comunitarista, en la que añora “the good old times”. La singularidad que tiene es que la arcadia que echa de menos es la vieja socialdemocracia y el estado mastodóntico de los años 70 y principios de los 80.

También habla de las redes virtuales como una forma de evasión…pero yo preferiría hablar de la evasión de Alberto Garzón, de cómo trata de huir hacia el pasado. Toda su línea de razonamiento en este artículo responde a lo que en psicoanálisis se llama “regresión” –intento de volver en busca de seguridad y sosiego a un estadio previo en el desarrollo cuando se enfrenta una situación de inestabilidad e incertidumbre– y que no es muy diferente de la predisposición de los alemanes hacia el autoritarismo durante todo el periodo de la República de Weimar.

Conclusión

Garzón acaba su artículo diciendo que lo que critica es la sociedad posmoderna, donde los analfabetos tradicionales se han sustituido por analfabetos funcionales y donde el ser humano está reprogramado como mero apéndice, desechable y de corta vida útil, del sistema económico capitalista”. Obviamente, a este señor lo que le importa es que los “alfabetos” sean funcionales ahora, no que hayan sido analfabetos y lo sigan siendo.

Como respuesta, añadiré que el proyecto moderno que defiende y echa de menos ha tratado a los sujetos igualmente como apéndices desechables, con la única diferencia de que además, los apéndices eran tan idiotas como para sentirse orgullosos de pertenecer a ese cuerpo que les desechaba en una guerra, en una mina o en un trabajo monótono sin ningún tipo de incentivo. Es cierto que el desarrollo de la individualidad en el proyecto posmoderno ha tenido lugar fundamentalmente en un plano económico, y que muchos se han aprovechado de ello, pero no por eso hay que despreciar todo el potencial político, filosófico y humano que tiene.

La historia no es una sucesión de ciclos y dialécticas hegelianas: la historia es devenir.  Y nos encontramos en un momento en el que se puede y se debe reclamar la superioridad del “hombre de carne y hueso” sobre EL hombre y sobre EL ciudadano. Nos encontramos en el momento en el que podemos ser “la nada creadora” y superar el nihilismo a través del nihilismo.


            Me despido de vosotros con una frase de Max Stirner: “Tienes el derecho de ser lo que tú tienes poder de ser. Sólo de mí deriva todo derecho y toda justicia: tengo el derecho de hacerlo todo, en tanto que tengo el poder para ello.

Que la fuerza os acompañe.

jueves, 19 de julio de 2012

"No podemos elegir": la incompatibilidad entre economía de mercado y mercado electoral

Cuando se deja de escupir veneno, hay dos frases que se repiten como un mantra al hablar de los recortes: "Estamos así por las malas decisiones que los políticos han tomado durante años" y "No hay elección, nos lo mandan desde Europa".

Ambas afirmaciones se explican por la incompatibilidad existente entre el mercado electoral -democracia parlamentaria, eRecciones y demás cosas nazis- y el buen funcionamiento de una economía de mercado. Hay multitud de factores que influyen, pero lo determinante en esta situación es (1) que una política económica responsable implica la toma de decisiones para garantizar el crecimiento económico a largo plazo y (2) que las decisiones de los políticos españoles están condicionadas por las elecciones -que son su prioridad- por lo que las decisiones de política económica que se toman son a corto plazo. Esto se traduce en una serie de políticas económicas pro-cíclicas  adecuadas para ganar elecciones, pero que son una insensatez económica...las consecuencias las vemos hoy.


(1). Para conseguir crecimiento económico a largo plazo hay que buscar que el crecimiento real de la economía se aproxime lo más posible a su capacidad potencial de producción manteniendo la estabilidad de los precios y unos niveles de empleo satisfactorios. Es decir, hay que mejorar la productividad del país maximizando la eficiencia con que se combinan los factores productivos del mismo (trabajo, capital físico, capital humano, recursos naturales...). Al depender el factor trabajo y los recursos naturales de la población y extensión de cada país, la acumulación de capital ha sido motor histórico del crecimiento económico. Sin embargo, la acumulación de capital presenta rendimientos decrecienes de escala (RDS), lo que significa que dado un determinado nivel de desarrollo tecnológico y un uso constante de los demás factores, llega un momento en el que una mayor acumulación de capital no mejora el crecimiento económico. Esto es lo que se conoce como la "Ley de los Rendimientos Decrecientes" (David Ricardo).

La única forma de superar dicha Ley es el desarrollo tecnológico y la inversión en capital humano. La inversión en I+D+i permite aumentar la productividad del capital a lo largo del tiempo, haciéndolo compatible con un aumento real de los salarios –lo que, de acuerdo con las teorías keynesianas, contribuye al crecimiento económico al aumentar el poder adquisitivo de las familias en cuanto a unidad de consumo– y permite contrarrestar los rendimientos decrecientes del capital.

Sin embargo, en España esto no se ha tenido en cuenta: en lugar de invertir en desarrollo tecnológico, capital humano y diversificación de la economía, se optó por reinvertir el dinero del ladrillo y el turismo en más ladrillo y más turismo...y gastarse el resto en putas y coca.

Pero...¿Por qué? ¿Cómo es posible que los diferentes gobiernos y todos sus asesores no hayan tenido en cuenta estas lecciones básicas de economía?

(2). Las decisiones de los gobiernos están condicionadas por las elecciones que se celebran cada cuatro años: se toman a corto plazo. ¿Cómo, que los políticos no toman decisiones pensando en el bien del conjunto del país? NO, ni lo hacen ahora ni lo han hecho nunca. El funcionamiento de las organizaciones políticas no difiere mucho del de los organismos vivos: se guían por el impulso primario de garantizar su propia supervivencia...de mantener sus cuotas de poder. Robert Michels teorizó esta realidad en su "Ley de Hierro de la Oligarquía", según la cual toda organización se vuelve oligárquica y siempre gobierna una minoría. De acuerdo con esta tesis, aunque alguien se haya metido en política con la intención de ayudar y tomar decisiones en base a la voluntad de las masas, no tardará en volverse conservador al tratar de mantener o incrementar sus cuotas de poder (incluso es posible que se vea obligado a ello por su entorno por los favores que debe o las puñaladas que ha dado).


Nadie debe sorprenderse entonces de que la prioridad de los partidos sean las elecciones, y no el buen funcionamiento del conjunto del país. Este funcionamiento del mercado electoral -guiado por el imperativo de maximizar los rendimientos electorales del partido- lleva a que se utilice la política económica con fines electorales: al suponer -acertadamente en este caso- la estupidez y desconocimiento de la gente, se insiste en políticas pro-cíclicas que en tiempos de bonanza multiplican los beneficios , pero que dejan al país lisiado frente a una crisis, durante la que lo hunden en la miseria.

La conclusión es que el mercado electoral dificulta el buen funcionamiento de la economía de mercado. Esta es la razón por la que cualquier medida adoptada por Europa será menos estupida -que no es lo mismo que "más acertada"- que cualquiera que pueda nacer del parlamento español: las decisiones que se toman a nivel europeo no están condicionadas por procesos electorales.

La relación que establecía Lipset entre desarrollo económico y democracia no se da a la inversa, como demuestran los casos de Japón o Emiratos Árabes Unidos, que con un claro déficit democrático han logrado un desarrollo económico sostenido aceptable a lo largo del tiempo...en parte, gracias a esa misma falta de democracia: Japón es un país democrático sobre el papel, pero el auténtico poder político lo ostentan burócratas que no responden a criterios electorales y que han favorecido el desarrollo de lo que se ha venido a conocer como capitalismo de estado; los EAU (Dubai) son una dictadura y han aprovechado el crecimiento económico impulsado por sus exportaciones petrolíferas para diversificar su economía más allá del petróleo y la exportación de dátiles, convirtiendo a Dubai en el polo industrial y turístico del Golfo Pérsico que les va a permitir seguir creciendo una vez que se hayan acabado sus reservas de gas y petróleo.

Sin embargo, el caso de España es la otra cara de la moneda con respecto a los EAU: en lugar de utilizar el crecimiento económico propiciado por el ladrillo y el turismo para diversificar la economía, crear industria de alta tecnología o invertir en I+D+i, se decidió seguir la vía populista e invertir el dinero en más ladrillo y más turismo, dejándonos como estamos ahora.

Que nadie se confunda. No defiendo que la política tome un cariz autocrático por el bien de la economía, pero si que estoy en contra de los efectos negativos del mercado electoral en los ámbitos de la economía, la política y la justicia, por lo que sería interesante replantear el funcionamiento de ciertas instituciones del Estado. Por ello, en la próxima entrada será sobre la posibilidad de escoger a los gobernantes al azar.





Que la Fuerza os acompañe.

sábado, 14 de julio de 2012

Matando a 'la Gallina de los Huevos de Oro'

La Gallina de los Huevos de Oro -también conocida como IVA- es una auténtica obra de arte fiscal del siglo XX, un 'miró' que el Gobierno ha decidido utilizar para decorar el baño.

Este impuesto es uno de los bastardos del infame 'Crac del 29', con el que tanto se compara la crisis actual. Sin entrar en detalles, se puede afirmar que esa crisis supuso el paso de un capitalismo enfocado a la producción a otro enfocado al consumo: los avances técnicos y las desigualdades sociales en EE.UU y Europa hacen que hacia 1925 la producción supere con creces las necesidades de consumo, teniendo que mantenerse inmensas cantidades de producto en stock para evitar que se desplomasen los precios, al igual que sucede en España con la vivienda y los activos tóxicos de los bancos. Tras la Segunda Guerra Mundial, se trata de remediar esta situación y de frenar la influencia de la URSS en Europa aumentando la capacidad de consumo  -desarrollo del Estado de Bienestar- y creando la necesidad de consumir en la mayoría de la población -desarrollo de la publicidad y el marketing-. 

Sin embargo, el Estado de Bienestar es un invento muy caro de mantener, por lo que a Maurice Lauré se le ocurrió en 1954 que la mejor forma de hacerlo era que se autofinanciase a través del consumo: creó el IVA. Un mayor nivel de vida de la población implica mayores niveles de consumo, por lo que si se grava éste, se logra -en teoría- un sistema autosostenible o autopoiético. Cuando a la ecuación se añade que, en un principio, el nivel de consumo es indicativo del nivel de renta y que es posible gravar más aquellos productos que no sean de primera necesidad, se llega a la conclusión de que el IVA es la piedra filosofal del sistema impositivo: razonablemente progresivo, proporcional, general y eficiente (en Francia supone el 49.7% de los ingresos del Estado).

Hoy en día la situación es muy distinta. La subida del IVA ha sido dramática (algunos productos verán aumentado su gravamen en un 13%), y se ha aprobado en un momento en el que el nivel de vida de la población se está degradando a marchas forzadas -pérdida de poder adquisitivo de funcionarios y autónomos tras el último hachazo- mientras se deja al Estado de Bienestar en los huesos. Nada parece indicar que los niveles de consumo vayan a mantenerse o -risas- aumentar, y al ser imposible conseguir un crédito del banco, habría que aconsejar cautela a cualquier gobierno que pretenda subir el IVA: aumentarlo un poco puede incrementar sustancialmente los ingresos estatales en tiempos de crisis...pasarse con una subida del IVA puede dinamitar el consumo y hacer que salte por los aires la base de nuestra economía.

Rajoy y compañía no parecen haber tenido en cuenta los efectos distorsionadores de la subida del  IVA en conjunción con el resto de políticas que han aprobados en los últimos meses, llegando a estimar que la subida del IVA les reportará 22.100.000.000 € hasta 2014 (aproximadamente el 40% de lo que esperan recaudar con el nuevo paquete de medidas). Nada más lejos de la realidad:
  • Desincentiva el consumo: un aumento del IVA y los impuestos especiales, acompañado de una disminución del poder adquisitivo de la población a través de los sucesivos recortes y el aumento del paro perjudica el consumo. El aumento del IVA sólo es efectivo si se mantienen ciertos niveles que no parece que vayan a mantenerse, por lo que los ingresos por este impuesto podrían ser significativamente menores de lo esperado.
  • Fomenta el mercado negro: las PYMES son una de las grandes perjudicadas de esta subida de impuestos, por lo que no sería de extrañar que haya un repunte de la economía sumergida (e.g. "te cobro un X% menos del precio con IVA, pero pagas en efectivo y no hay factura"). Ni que decir tiene, que perseguir este tipo de prácticas es MUY complicado (guiño, guiño, codazo, codazo).
  • Proliferación del llamado 'Fraude Carrusel': se da en el ámbito de la UE y consiste en robar al Estado el dinero proveniente del IVA. Las exportaciones no están gravadas, por lo que se desplazan grandes cantidades de bienes (e.g. microchips y teléfonos móviles) de un país a otro y en el proceso unas empresas quedan en la obligación de pagar IVA, mientras que otras tienen derecho a reclamarlo (según sea soportado o repercutido): las que deben pagarlo se declaran en quiebra y las otras reclaman el IVA correspondiente al Estado. Un mayor tipo impositivo incita a pensar que puede darse un aumento de este tipo de fraude.
  • Incentivos psicológicos para la inefectividad de la medida: la amnistía fiscal, la incertidumbre creada por los contínuos bandazos y mentiras del Gobierno, y la mezcla de paternalismo y desprecio con el que tratan a la ciudadanía permiten prever un rápido descenso del consumo: "si no puedo tener la certeza de que dentro de un año voy a tener el mismo sueldo o de que las cosas van a costar lo mismo, paso de gastarme el dinero en X".

En resumen, la subida del IVA anunciada por los "genios" del Gobierno no sólo es una puñalada al costado de 47 millones de españoles, sino que además es jodidamente inútil. Alguno saldrá con el argumento "es que lo mandan desde Europa" o "es que en estas circunstancias no se puede hacer otra cosa", pero no os preocupéis, dentro de poco tendréis un artículo por aquí sobre el tema.

Me despido dedicándole este vídeo a nuestro presidente:



Que la fuerza os acompañe.

martes, 3 de julio de 2012

Mineros vs. 15-M: FIGHT!

Inauguro "El Atizador de Wittgenstein" con este post sobre las protestas mineras de Asturias.
 


Desde el año pasado ha habido un sin fin de protestas pacíficas y -más o menos- multitudinarias  como respuesta a la situación económico-política que atraviesa España, y lo que comenzó siendo como un movimiento espontáneo capaz de ilusionar y movilizar empieza a degenerar. Durante años se nos vendió la moto de que se hacía caso a las protestas políticas que se planteasen de forma pacífica y bienintencionada: hoy sabemos que es mentira.

Un año de concentrar a miles de personas en las plazas de todo el país ha demostrado algo: que no sirve para nada que no sea reforzar la cohesión de grupo y aumentar la autoestima de los participantes (Elías Canetti, 2010). Imagino a los miembros del Gobierno y las Cortes Generales riéndose delante del televisor y diciendo: "Shí, shí...pero noshotrosh tenemosh mayoría absholuta. Vueshtro argumento esh inválido". Es vergonzoso, pero no se les puede culpar por su actitud; mientras la gente no esté dispuesta más que a sentarse con las manos levantadas no tienen de qué preocuparse, al menos no en este país (será tema de otro post).

Mis amigos pacifistas y jipis dicen que se puede cambiar España mediante la no-violencia, y yo durante mucho tiempo he estado de acuerdo con esa tesis, pero este año de protestas me ha hecho reflexionar al respecto. Como en cualquier otro campo, en política es imposible la comunicación entre dos personas cuando no se tienen ciertos significados compartidos (Wittgenstein, 2008): si yo llamo 'cacharro' a una cosa que tu conoces como 'koala', difícilmente nos vamos a entender cuando hablemos de bebidas y marsupiales. Políticamente, se traduce en que es necesario que gobernantes y gobernados den por sentadas varias premisas comunes para poder comunicarse. El problema es el siguiente:
  • Los manifestantes parten de la base de que el Gobierno debería darse por aludido después de un año de protestas pacíficas. Después de todo, se nos ha educado en eso: "Te lo doy si lo pides por favor" y "Los partidos y las instituciones están para representar al pueblo y sus intereses".
  • El Gobierno y los partidos parten de un legalismo obtuso que roza el retraso mental: "La ley dice que la participación política se canaliza a través de los partidos y no hay más que hablar. Como somos un partido y tenemos mayoría absoluta estamos en nuestro derecho de hacer lo que nos dé la gana y vosotros sois unos ingratos por quejaros".
(Ni que decir tiene, que a la larga ese tipo de razonamiento puede conllevar problemas al más puro estilo Luis XVI).



Al no haber significados compartidos entre manifestantes y gobierno, todo intento de comunicación es infructuoso (manifestaciones pacíficas) o traumático (cargas policiales). La diferencia de medios entre los protagonistas de esta historia de amor hace  improbable que el Gobierno acepte las premisas de los manifestantes -pueden permitirse no hacerlo-, por lo que podría ser interesantes que estos planteasen un cambio de estrategia: ¡REALISMO!

En un ejercicio de histeria, los españoles nos hemos comportado como abnegados mártires a la espera de que el Faraón nos libere de Egipto porque hemos sido buenos y "nos lo merecemos". Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que nos merecemos los líderes que tenemos por no tener la voluntad necesaria para quitarlos de en medio -"El que pide con timidez se expone a que le nieguen lo que pide sin convicción" (Robespierre)-. Es simple:
  1. Ellos son los representantes políticos de los intereses del pueblo.
  2. Ellos no representan los intereses del pueblo.
  3. Ellos no son.
Donde está el representado, el representante es prescindible. Si se prometió el Reino de los Cielos y nos lo niegan, habrá que tomarlo por asalto...pero es necesario tener la voluntad para hacerlo y a asumir las consecuencias últimas de nuestros actos. Es decir, dejar de ser víctimas y mártires como hasta ahora. Hay unos objetivos y ahora hay que buscar los medios adecuados para lograrlos.

Independientemente de si se comulga o no con sus motivos, es indiscutible que los mineros han adoptado una actitud radicalmente realista y opuesta a la del 15-M hasta ahora. Son pocos, les superan en medios y saben que la única baza que pueden jugar es impedir el normal funcionamiento de las cosas: vamos, ser un grano en el culo del Gobierno. Cortando vías de tren, montando barricadas en mitad de la autovía y lanzando cohetes a la Guardia Civil han logrado aislar Asturias del resto de España y tratan de llevar la situación al límite: o Madrid cede o tiene que mostrar la cara más amarga de la represión estatal -¿He oido  declaración del Estado de Alarma en Asturias e intervención del Ejército?- para no perder de facto el monopolio de la violencia.

Señoras y señores, estamos hablando de TERRORISMO. O lo que es lo mismo, intentar lograr objetivos políticos al causar unos efectos psicológicos desproporcionados en comparación con los daños materiales causados.

¡Que no huyan todavía los puristas y los buenos!

A raiz del problema de ETA, durante muchos años se ha vinculado la idea de terrorismo a 'malo': "Los etarras nos quieren matar porque somos españoles, así que son malos...y como ellos son los malos, nosotros somos los buenos. Los etarras son terroristas, así que los terroristas son malos". Es algo tan burdo como estúpido. Es tentador seguir hablando en términos de 'Bien' y 'Mal' -cuánto daño han hecho Platón y Disney-, pero hacerlo en política a estas alturas de la película es un sinsentido.

El terrorismo es una cuestion de medios y fines, no de moral: los mineros asturianos son terroristas por los objetivos que persiguen y los medios que emplean, no porque sean -cuesta contener la risa- malos. Decir que los mineros son malos por ser unos terroristas supondría decir que el Gobierno es el bueno de la peli...vamos, que nos mean encima y encima tendrán la cara de decir que llueve. Resumiendo:
  • ¿Estoy de acuerdo con los objetivos de los mineros?: NO, la explotación del carbón es algo a extinguir.
  • ¿Estoy de acuerdo con sus medios?: SÍ, me parecen totalmente realistas y válidos.
En cualquier caso, creo que hay que estar atentos a la lucha de los mineros asturianos, ya que pueden sacarse conclusiones muy interesantes de cara a futuras protestas políticas. Han adecuado sus medios a sus objetivos perfectamente y sólo queda ver si su realismo supone que aceptan como consecuencia necesaria de su lucha la represión que han vivido estos días: ¿llorar y decir que es una injusticia o sacar pecho y responder en consecuencia?

Termino con una frase de Henry David Thoreau, el padre de la desobediencia civil:"Bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente, el sitio adecuado para una persona justa es también la cárcel."

Que la Fuerza os acompañe.